miércoles, 3 de marzo de 2010

Vulnerabilidad material

Descubrió el látigo, un trozo desprendido de la última desfiguración de voluta de humo -de circunferencia precisa y grueso delineado, en un segundo y medio, según lo señalado por el contador oficial del tiempo- expulsada a través de la traquea. Rozó labios, tiñó dentadura y chocó contra la cara externa del muslo izquierdo hasta desintegrarse.
Y la observadora fue al baño. Se bajó el jean junto con la bombacha y se sentó; primero vio el cuadro, más abajo el azulejo (neutro) y en la verticalidad de la visión (abismal), la entrepierna encrespada, mullida, de vellos largos, ásperos, brillantes, fuertes, duros y desafiantes abrazados a la oscuridad del sendero, que partía de su sexo hacia el ano.
El hilo de orina, casi incoloro, mutó en gotas que caían al agujero del inodoro, a la cloaca, al río, al mar, al océano, al cielo, a la nube, a la tormenta, a la lluvia... al centro de su cabeza.

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