Calor en la panza, las tetas, los brazos, la cara. Fuera el buzo y unos cuantos esfuerzos que la piel no admite.
Presiones del sistema nervioso, el mandamás de la racionalidad.
Al baño, al vacio de azulejos blancos, a la cara de Perlongher. A la búsqueda de una de sus cicatrices hecha palabra.
Espejo que mira y dice: ¿Así me veo?
Espejo que interpreta: todo está en la cabeza.
corto mis ojos porque puedo y nadie dice nada para evitarlo pues el espectáculo los conmueve los saca de su siempre lo mismo de su concha cerrada para padres sin penes que no tienen hijos con manos como guadañas que destrozan las tripas del corazón de quienes quieren sentir un poco de asco al verse en el espejo al atreverse al asco de verse a sí mismos a los otros como a sí mismos a los otros como murciélagos deformes en cuevas de estiércol pariendo niños dorados como sopa que te hace fuerte que da miedo aunque creas que todo lo puedes sin querer con valor mucho odio tan sólo el suplicio de la fecundidad en esas madres mutiladas como agujeros marchitos mientras todos duermen mientras lloro
