Calor en la panza, las tetas, los brazos, la cara. Fuera el buzo y unos cuantos esfuerzos que la piel no admite.
Presiones del sistema nervioso, el mandamás de la racionalidad.
Al baño, al vacio de azulejos blancos, a la cara de Perlongher. A la búsqueda de una de sus cicatrices hecha palabra.
Espejo que mira y dice: ¿Así me veo?
Espejo que interpreta: todo está en la cabeza.